Tengo una alondra presa en la laringe, y en el pecho una esfinge que convierte las lágrimas en hielo. Tengo un poema a medias que promete, y un sable, y un caballo de juguete, y el peso abrumador de unas meninges con cada día un poco más de pelo. Y una causa perdida, y ningún rumbo, y días en que por poco me hundo y noches en que casi toco el cielo. Y un piquito de oro furibundo que va de lo vulgar a lo profundo, jodiendo a los zoquetes que no entienden que por un mundo en que todo se vende yo vaya regalando caramelos.
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